Se trataba de un solar de muy poco fondo y gran desarrollo en fachada.
Se planteó una edificación de una sola crujía adaptada a la alineación de la calle y se adoptó la
tipología
de corrala tradicional del casco antiguo de Madrid para acceder a las viviendas, que en este caso, se
hace desde la Carrera de San Francisco. El espacio de corrala se cerró con una cubierta transparente
para protegerlo de la lluvia.
Al exterior, se organizó la fachada en tres partes diferenciadas: un zócalo que incluye el diseño de
accesos
comerciales, escaparates, marquesinas de protección de entradas y que abraza el primer nivel del cuerpo
de las viviendas; un segundo cuerpo central con un sistema de huecos, un concepto intermedio entre
balcón
tradicional y ventana actual, y tercero, una cornisa ligeramente sobresaliente a la que se adaptan las
ventanas de las viviendas del último piso.
El zócalo es de granito, el resto de enfoscados y la cubierta está realizada en chapa de zinc con el
canalón
apoyado sobre la cornisa, solución que permite la articulación con el muro chaflán central e integrar
formalmente el edificio dentro de la plaza.
Puesta en valor de la calidad arquitectónica de la vivienda social madrileña. Destaca el conjunto por
su racionalidad, su compromiso de hacer ciudad y de integrarse en su contexto rematando la esquina
de manzana.
Sobresale también la calidad de las viviendas con un aprovechamiento máximo de la superficie,
resuelto
en una sola crujía y orientado al exterior con acceso desde el patio principal que rescata la
tipología
de corrala tradicional de Madrid.