El aislamiento térmico es un material que se emplea en construcción con la capacidad de
oponerse en mayor o
menor medida al paso del calor, evitando pérdidas de calor cuando el clima externo es frío, y ganancias
de calor cuando el exterior alcanza altas temperaturas.
Aproximadamente el 30% de las pérdidas energéticas se producen a través de las fachadas, otro 30% por las
cubiertas, un 20% por puertas y ventanas, y el resto por suelos y pérdidas debidas a las infiltraciones
de aire.
Estas pérdidas se pueden reducir hasta un 80% colocando el aislamiento térmico principalmente en
fachada.
La propiedad más importante de un material aislante es su conductividad térmica, ya que es lo que lo
define como aislante. La letra que lo expresa es λ, se mide en W/mK, es decir watios por metro y por
grado Kelvin, y viene a significar que es el calor medido en watios que atraviesa en 1 metro cuadrado,
con un espesor de 1m, cuando la diferencia de temperatura entre ambas caras es 1K.
El resultado final del material aislante aplicado en una situación concreta depende también del espesor.
A mayores espesores se consiguen mayores aislamientos. Esto se mide con el parámetro resistencia
térmica, que es R=e/λ, donde e es el espesor en metros y λ la conductividad, todo ello
expresado en
m2K/W.